Subject: Ceuta's article
Date: Oct 24, 2001 @ 14:54
Author: Marcel Miquel (Marcel Miquel<marcelmiquel@...>)
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Sorry,
Marcel.

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SOCIEDAD
El t�nel de la verg�enza
Lunes, 22 de octubre de 2001
La frontera de Ceuta con Marruecos, en el pusto del Tarajal, era un caos absoluto antes de las �ltimas obras realizadas. Despu�s de las obras, con un coste de 200 millones de pesetas, sigue siendo un caos, pero ahora es tambi�n un peligro para la integridad de los que la cruzan y un insulto a la dignidad humana. Los pasillos de hierro y alambre de espino, donde pueden agolparse m�s de mil personas a la vez, mientras otras cinco mil esperan entrar, han sido bautizados como el t�nel de la muerte. Ha habido que abrirles aliviaderos laterales para evitar que alguien muera asfixiado en las aglomeraciones que a diario se producen en su interior. El intento de encauzar el flujo se ha saldado con batallas campales entre vecinos del barrio del Pr�ncipe y la Guardia Civil, adem�s de peleas diarias en las colas interminables.
Sin verlo es dif�cil hacerse una idea del traj�n que se registra todos los d�as en la frontera del Tarajal. Un dato revelador es que 25.000 personas cruzan el paso todos los d�as. Pero lo llamativo es que gran parte de esas personas pasan la frontera ocho o diez veces al d�a cargadas con enormes fardos de mercanc�a adquirida en Ceuta. No es gente de paso, sino que encuentra en la frontera un medio de subsistencia. Son como hormigas portadoras de alimentos, menaje y cocina. Cientos de mujeres de edad avanzada se arrastran bajo paquetes desmesurados, chavales que cruzan a la carrera en un descuido de la polic�a, al tiempo que otros llevan lavadoras usadas o frigor�ficos desvencijados sobre carretillas. El t�nel de peatones ha sido dividido en peque�os pasillos, uno para ciudadanos comunitarios, casi siempre vac�o, dos para hombres y otro para mujeres marroqu�es. Nadie los respeta. Muchos se introducen por los de las mujeres o los ciudadanos comunitarios para, una vez cerca de la!
salida, saltar al de hombres y dejarse caer a plomo sobre quienes llevan tiempo aguardando. Ni la altura ni los alambres de espino que hay arriba los disuaden.
Es una desverg�enza mantener esto as�; por culpa de los gobiernos de Marruecos y Espa�a esta pobre gente se mata como fieras, protesta indignado un polic�a. En los carriles para veh�culos, furgonetas descargan monta�as de ch�ndals y pijamas en la franja intermedia que separa los puestos fronterizos, en tierra de nadie... Una mujer sudorosa, vestida con chilaba, dirige al grupo de porteadores que trasladar� la mercanc�a hasta territorio marroqu�.
La frontera del Tarajal es boca de un hormiguero instantes antes de la tormenta. La desordenada fila se agita por una carga de la polic�a, hay carreras de j�venes y viejos, gritos y llantos, pero tan pronto como estalla vuelve la calma. Una fila de tres a cinco mil personas, haga fr�o o calor, sube junto al torrente donde se han sido construidas las naves del pol�gono. Cada d�a se rompen las vallas instaladas por las autoridades para encauzar el flujo humano y comercial. El caos es su medio natural, el ambiente donde mejor laboran. Las fuerzas de seguridad se confiesan desbordadas.
El problema quedar�a resulto si existiera un sistema normalizado de aduana, pero Marruecos lo rechaza dado que eso implicar�a reconocer la espa�olidad de la ciudad, por lo que el comercio se realiza de forma irregular. Un comercio que oficialmente no existe, pero que representa unos cien mil millones de pesetas al a�o y 6.000 millones de impuestos. El t�nel ha logrado que los polic�as y guardias civiles espa�oles est�n atacados de los nervios, los aduaneros marroqu�es felices porque tienen m�s f�cil el cobro de la mordida, y los porteadores desesperados.
En abril, Mohamed E.A., de 30 a�os y nacido en Tetu�n, se quem� a lo bonzo en la frontera. Despu�s de rociarse con gasolina se prendi� fuego en la zona marroqu�, ante la mirada at�nita de un millar de personas. Su capacidad de aguante se hab�a quebrado por el acoso de los aduaneros, que sucesivamente le requisaron las mercanc�as que transportaba a hombros.
Las fronteras suelen ser territorios duros, en ellos impera la ley de la jungla. Pero los polic�as afirman que la frontera del Tarajal no tiene igual en el mundo. Esto es peor que la guerra. La polic�a espa�ola s�lo controla la entrada de personas a Ceuta, mientras que facilita la salida. Cuanta m�s mercanc�a lleven, mayor negocio para los comerciantes de la ciudad. De hecho, las tiendas de Ceuta ya no representan casi nada frente al volumen de mercanc�a que sale de las naves instaladas en el pol�gono lindante con la frontera. Galletas, televisores, chocolate, pilas, detergentes, cuberter�as, sacos de arroz tailand�s... Hasta en Sud�frica han aparecido productos comprados en Ceuta.